MI PRIMER ENCUENTRO TANTRA
CAMINANTE NO HAY CAMINO...
CAMINANTE NO HAY CAMINO...
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
Antonio Machado
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
Antonio Machado
No hace mucho tiempo que en uno
de los caminos que la vida nos depara, tropecé con un maestro de TANTRA. Yo
había oído hablar de esta materia pero era difícil para una mente latina,
hacerse la idea de que los conceptos como adoración, energía y sexualidad se
pudieran armonizar en un mismo concierto. La materia se me presentaba lo
suficientemente atractiva como para hacer mío el verso de Machado: “Caminante
no hay camino, se hace camino al andar”. Efectivamente tenía ante mí una meta
que no disponía ni de ruta. Solamente el ansia y quizás la pasión por conocer
ciertos vericuetos hasta ahora insondables, fueron los motivos que me
impulsaron a dar un sí rotundo al maestro de Tantra. Nombre que yo le otorgué
llevado de mi ignorancia en esta
materia, que por no conocerla, no conozco ni su jerga más elemental. Para mí
era un maestro por su generosidad en atenderme, su ahínco en que yo me
integrara en esta experiencia y la delicada pedagogía que aplicó en todas las
etapas.
Yo percibí la sesión como un gran
ritual donde se rendía auténtica
veneración al cuerpo del ser
humano y un culto abierto a sus cinco sentidos. Terapia de rehabilitación de la capacidad de sentir, de
comunicarse los cuerpos, de entrega, de amar en suma. Sin olvidad las
sensaciones conscientes provocadas por la inhalación del ambiente tántrico al
unísono por los dos integrantes de la experiencia. El inspirar por la nariz y
expulsar por la boca incrementaba la complicidad en sentir y consentir una
nueva catarata de sensaciones. Celebro no conocer nada de la táctica empleada,
pero esta ignorancia me obliga a utilizar
las palabras que me salen del corazón contando las sensaciones y
emociones vividas. En el atrio de aquel Sancta Sanctorum me acogió con
exquisita delicadeza el maestro de ceremonias, que me acompañó en aquel
universo tántrico que perseguía la
esencia plena del poder inherente a mi persona.
Desde los primeros instantes fui
un dócil y obediente discípulo, aunque no pasivo. A todo estímulo mi respuesta
no se hacía esperar. En todo momento tomé conciencia de que yo era la piedra
angular de aquel edificio que nos proponíamos construir preñado de sensualidad
y sexualidad. Las magistrales pautas plenas de sensibilidad me sumieron en un
desvanecimiento que me hicieron perder la noción del tiempo y del espacio.
Fui situado en una especie de
pódium virtual, verdadera Torre del Homenaje de mi seguridad interior.
Despojado mi cuerpo de todo aquello que le era ajeno, desnudo y revestido de un
fular de tonos grises muy suaves, que ante mi torpeza, mi compañero de viaje me
anudó a la cintura. En estos momentos comenzamos un periplo sobre todo nuevo
para mí. Hubieron de pasar varios días hasta rumiar como los rumiantes la mayor
parte de las fuertes y prolongadas sensaciones y emociones. He acudido al símil
animal porque, una vez caídos los fulares que cubrían nuestras partes más
pudorosas, el ritmo natural de la respiración ajustada y cada vez más
sincronizada era una respiración más animal. Donde se inspiraba y expelía
únicamente por la boca, escuchando continuamente un jadeo altamente sensual del
maestro de ceremonia, que reflejaba el trabajo que estaba realizando sobre mi
cuerpo.
Antes de continuar es preciso
describir el lugar donde tuvo lugar la puesta en escena de mis primeros abrazos
tántricos: Un estudio con dos estancias marcando los tempos de la sesión. Una iluminación exterior tamizada por un estor
que cumplía las funciones de difusor. El perímetro del gabinete se encontraba
salpicado de velas encofradas en vasijas de cristal. Como testigo del ambiente
creado por la decoración se podía escuchar una melodía que mi ignorancia
solamente me hizo recordar la salmodia gregoriana. En el centro del recinto
sobre el propio suelo una colchoneta forrada de una especie de felpa blanca
servía de lecho para las vivencias derivadas del Tantra. A este espacio de silencio, sosiego y paz acudí con
mi bagaje personal. Mi trayectoria vital
procedía de un universo creado por Dios y asumido por el hombre mediante la fe.
Donde la casta sacerdotal se arrogaba la infalibilidad de la verdad revelada. Este túnel en el
tiempo como si de un negro Medievo se tratara, dio paso a mi propio
Renacimiento. Dios había usurpado a la humanidad el lugar que el hombre debía
de haber ocupado desde nuestros ancestros, no obstante, el uso de la razón
situó al Hombre como centro del
universo. Este conocimiento me hacía acreedor del imperio de los sentidos
atribuidos a mi cuerpo
En aquel lecho blanco teñido con
los colores pálidos de mi piel, mi compañero y guía, troceó materialmente mi
cuerpo en parcelas de sensualidad; trayendo a flor de piel los bloqueos, las
sensibilidades y los placeres que dormían el letargo de los complejos y los
prejuicios. Desde el pelo de la cabeza hasta las uñas de los pies pasando por
el vello del pubis, mi cuerpo se erizó al paso de sus manos preñadas de
energía.
El lazarillo de mi ceguera
sensual fue recorriendo todos y cada uno de los rincones de mi cuerpo hasta
entonces cubiertos de oscuros y opacos
velos. Muchos de ellos cayeron hechos trizas y otros con rasgones por
donde la luz penetraba, quizás, por primera vez. Me hizo sentir que la
totalidad de mi cuerpo completo se acercaba hacia un clímax más integral. Allí
donde antes el resto de las partes no participaban, percibí que el sistema,
cuerpo, mente y energía se comportaba de un modo distinto, que cuando la suma
del resto de las partes simplemente no se incluían en el juego amoroso.
Mi
descubrimiento tántrico me ha hecho cambiar la semántica de las palabras. Para
mí lo espiritual se encuentra en lo más
profundo de lo corporal. Puedo hablar de la mística de la sexualidad y del
misticismo de los sentidos. Del hombre y su energía que propicia el éxtasis. Lo
divino y lo humano se confunde, el orgasmo, el clímax y el éxtasis… Exaltación
de la vitalidad de todos y cada uno de los órganos de mi cuerpo.
Enlace con la página: MEN TANTRA MADRID
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