MEMORIAS DEL FALO





POWER POINT: ERÉCTUS

Publicado por Ana Thiferet y Josep Lapidario


Joseph Tailor

En la entrada de una panadería de las ruinas de Pompeya se encontró el relieve de un pene acompañado de la leyenda: HIC HABITAT FELICITAS («aquí se encuentra la felicidad»)… Parece un auspicioso punto de partida para analizar en Jot Down el vigésimoprimer dedo masculino.

Hablar de falos se presta a censuras absurdas y a casposas batallas dialécticas entre hombres que interiorizan el mantra de Tom Cruise en Magnolia («Respetar la polla y domar el coño») y mujeres que disertan sobre lasmaldades del sexo PIV (penis-in-vagina). Nosotros mantendremos una cierta neutralidad peneana analizando la cuestión desde cuatro ángulos complementarios: estética, tamaño, potencia y espiritualidad. Y hablo en plural porque este texto ha sido escrito excepcionalmente a cuatro manos y un pene, es decir, en colaboración con Ana Thiferet, la única mujer que respondió al reto con el que acabó el artículo sobre vulvas.

1. Estética: es bonito, pero ¿es arte?

«No hay nada tan ridículo como un hombre desnudo». Jane Asher

¿Es hermoso un pene? Depende de a quién se le pregunte. A Sylvia Plath la visión de unos genitales masculinos le recordó «al cuello arrugado y la molleja de un pavo viejo», lo que no parece muy alentador. Más entusiasmo muestra la escritora Erica Jong cuando hace que uno de sus personajes se intrigue por «su fantástico diseño abstracto, al estilo de Kandinsky, de gruesas venas azules y púrpuras». Usando terminología artística, la sexólogaBetty Dodson clasifica los penes como clásicos (simétricos), barrocos (con pliegues y venas abundantes) o modernos al estilo danés (con líneas rectas y limpias). Esta parece una buena vía de investigación: el pene como objeto artístico.

A diferencia de la vulva, tradicionalmente oculta en el arte, resulta sencillo encontrar centenares de penes en diversos grados de erección. Un buen punto de partida podría ser esta galería de representaciones artísticas de miembros no circuncidados, desde la Antigüedad clásica hasta la era moderna. De las imágenes podemos deducir varias cosas interesantes… Por ejemplo, que los griegos no consideraban obsceno el pene, pero sí la visión del glande descubierto. En el gimnasio mantenían los glandes ocultos atándose fuertemente una banda de cuero llamada kynodesme alrededor del prepucio, lo que suena ligeramente doloroso. En cuanto a los genitales renacentistas, resulta interesante la precisión anatómica de pintores cuidadosos que, como Leonardo Da Vinci, se preocupan de mostrar el testículo izquierdo ligeramente mayor y más hundido que el derecho (algo habitual por la anatomía del cordón espermático).

El arte tradicional japonés, en cambio, no se preocupaba por el realismo. En los grabados eróticos shunga los penes se representaban desproporcionadamente enormes, monstruos palpitantes dignos de un hentai pasado de rosca. En un libro de almohada nipón del siglo XVIII puede leerse: «Siempre dirás de su miembro viril que es enorme, magnífico, mayor que ningún otro, mayor que el que le veías a tu padre cuando se desnudaba para bañarse. Y añadirás: “ven a llenarme, oh maravilla”».

Durante el siglo XX se vivió la edad dorada del pene como figura artística en sí misma. Esta bonita galeríamuestra muchos ejemplos; en particular, las mejores fotografías del gran Robert Mapplethorpe. Tal vez esta seala más explícita, aunque alguna otra podría figurar perfectamente como portada de algún catálogo de moda masculina. Por su parte, Joseph Tailor optó por sacar moldes realistas de penes en 100 y colgarlos en la pared:la respuesta masculina a la Great Wall of Vagina de Jamie McCartney. Algunas obras juegan con la disonancia que produce en el espectador la visión inesperada de unos genitales… Son bastante graciosas al respecto la parodia-homenaje El origen de la guerra, de la artista ORLAN; o el pene de 60 metros que pintó el grupo revolucionario de street-art Voina en el puente frente a las oficinas de la FSB, sucesora de la KGB.

En cuanto a la arquitectura, es fácil ver el fantasma del falo tras la obsesión por obeliscos, rascacielos, pilares y columnas; no hace falta ser Freud para adivinar un pene tras la forma de (por ejemplo) la torre Agbar de Barcelona. Antiguamente la influencia era más explícita: en la isla griega de Delos, allá por el siglo III, se edificó una avenida flanqueada de columnas de enormes erecciones montadas en gruesos testículos.

Quedaría para otro artículo hablar de la guerra de sexos en literatura, pero parece pertinente mencionar al menos la penis-waving literature, que vendría a ser no tanto la respuesta masculina a la chick-lit como una forma de englobar obras que «exudan masculinidad por cada poro», libros de autores como Nick Hornby, Philip Roth oErnest Hemingway, con su eterna pose de macho-man literario. Y eso sin entrar en la literatura fálico-militar (amor viril, legión tebana) de cómics/películas como 300.

Bien: hemos comprobado someramente que el pene tiene presencia en las artes, pero no hemos contestado a la pregunta de si es hemoso o no… Tal vez la respuesta esté no solo en los ojos del observador, sino en cómo hace sentir un pene a su dueño. Esto lo expresó tiernamente el gran Richard Brautigan en El poema hermoso:

Me voy a dormir en Los Ángeles

pensando en ti.

Meando hace un momento miré hacia abajo,

a mi pene cariñosamente.

Saber que ha estado dentro de ti, hoy, un par de veces,

me hace sentir hermoso.

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